Reseña de “Vea lo que hay en este libro”
Esta reseña fue escrita por Miguel Ángel Pallarés Jiménez y publicado en la revista CLIO. History and History teaching Nº 46
Sin quitar mérito a su aportación bibliológica, este libro es muy interesante desde el punto de vista pedagógico, ya que las autoras exponen las actividades didácticas llevadas a cabo durante la exposición de libros marcados en la Biblioteca Patrimonial Recoleta Dominica de Santiago de Chile, que se mostró in situ durante los meses de abril a agosto del año 2017. Es éste un espacio absolutamente adecuado para tratar el patrimonio desde el punto de vista educativo: una jornada de trabajo, “Dialécticas del libro intervenido”, donde investigadores y especialistas debatieron sobre la problemática planteada en la muestra; el workshop“Apropiación artística del libro”, donde el público en general descubrió, dirigido por las autoras, la potencialidad del objeto-libro como material artístico, susceptible de ser manipulado para significar ideas distintas a las transmitidas por los propios textos; y finalmente un seminario como cierre, cuya finalidad era hacer aflorar a los que vivieron y dejaron ese rastro en los libros de la biblioteca.
No siempre se atiende a los fondos bibliográficos y documentales cuando se abordan las cuestiones patrimoniales desde la didáctica de las Ciencias Sociales, por lo que trabajos de este tipo son de agradecer. En nuestro país, todo ese material cuenta con la protección que ofrece la Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español, que por supuesto atiende también a bibliotecas y archivos.
Las marginalias e intervenciones gráficas y textuales, como rayados, firmas, anotaciones, dibujos y garabatos, entre otras manifestaciones manuscritas, no han sido objeto de atención más que de forma puntual; su estudio minucioso, al no ser consideradas más que en ocasiones fuentes de peso por la tradición histórica o la literaria, así como lo arduo de la investigación, que requiere de facilidades de acceso a los fondos y de mucho tiempo y paciencia, ha hecho que no se llevara a cabo de manera rigurosa más que esporádicamente. Su análisis en esa valiosa colección, que perteneció a la Orden Dominica y que hoy está a cargo del Servicio Nacional del Patrimonio (Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Dibam), que alberga, reúne y custodia el Patrimonio Cultural de Chile, es lo que hay que ver en ese libro.
Un acertado respaldo a la investigación por parte de la dirección de dicha Biblioteca, que se ha manifestado también en la reciente creación del multidisciplinar Círculo de Investigadores y Estudiosos del Libro Antiguo (CInELA), y la suficiente confianza dada a las autoras para que realizaran durante más de dos años el trabajo de revisión de los libros del fondo, datados entre los siglos XVI y principios del XX, dieron un primer fruto con la citada exposición “Vea lo que hay en este libro. Relatos ocultos en la Biblioteca Patrimonial Recoleta Dominica”; el segundo fruto es la publicación de la obra que aquí reseñamos, cuyo título sugerente y corto no da pistas suficientes al lector, que realmente tiene que entrar entre sus páginas para conocer su contenido. Dicho título está inspirado en una de las anotaciones halladas en un libro de sermones del jesuita portugués Paulo Pereyra, impreso en la ciudad de Lisboa en 1715.
La relevancia de lo escrito, de quien escribe, de dónde se escribe, de cómo se escribe, de la lengua en la que se escribe, del texto escrito, etc., es algo que se ha tenido en cuenta a la hora de estudiar las marginalia, como sucedió con las famosas anotaciones de Samuel T. Coleridge; y lo que está claro es que esas intervenciones pueden agregar o restar valor a un libro, según lo que se acaba de exponer. Es curioso cómo varía la percepción respecto a escolios y glosas a los textos, pues nos consta que, al final de la Edad Media, manuales de derecho o de medicina eran muy valorados en el mercado del libro usado si estaban anotados por sus anteriores dueños; aunque es verdad que, muchas marginalia, no son más que meras plumadas. En el mundo anglosajón autores como H. J. Jackson, G. Walley, W. Sherman y R.C. Alston han trabajado sobre el tema que nos ocupa; en nuestro ámbito, son de destacar los recientes artículos de D. Navarro Bonilla, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid, sobre anotaciones e intervenciones laterales.
Por todo esto es de agradecer la nueva mirada de M. V. Martínez y N. Ortiz, que con sensibilidad han entendido que las marginalia de un fondo tan rico como el de la Patrimonial Recoleta Dominica son parte esencial de la vida utilitaria de sus libros y de su dimensión simbólica: antiguas anotaciones, invisibles para el lector atento al texto impreso, afloran en su trabajo y dan vida a un relato alternativo de la vida cotidiana, la enseñanza y el estudio en torno a esa biblioteca colonial, un relato siempre periférico, incompleto y subjetivo, pero pleno de matices. Los dominicos dieron una gran importancia a la difusión de la religión cristiana, lo que hizo que el libro y la biblioteca se convirtieran para ellos en instrumentos fundamentales para lograr sus objetivos; en un primer nivel para educar a los seminaristas propios, pero también esos frailes jugaron un rol fundamental en el desarrollo de la enseñanza en el Chile colonial, ya que siempre construían una escuela vinculada al recinto conventual.
La recolección y análisis de evidencias, huellas y momentos hacen que afloren intenciones, sensaciones, ideas o laxitudes de quien en su día estuvo leyendo un libro con un tintero y una pluma al lado. En un primer estadio, las autoras creyeron oportuno llamar “intervenciones” a las distintas manifestaciones que iban a encontrar, sin que hubiera una información previa sobre el tipo de marcajes hallados en los volúmenes, por ejemplo en sus fichas bibliográficas. Tras unos primeros tanteos, se localizaron en mayor número, tanto de naturaleza intelectual como de divertimento, en libros de mediano y pequeño tamaño por lo general y más en los fatigados por el uso; distintas promociones de seminaristas y estudiantes habían ido manejando los mismos libros, y en ellos se habían ido acumulando sus anotaciones. La revisión de los ejemplares tuvo que hacerse de forma particularizada, teniendo en cuenta factores históricos, semiológicos, artísticos e incluso psicológicos para su análisis.
Las categorías detectadas, y no definitivas, fueron firmas y marcas de apropiación o de pertenencia; marginalia o anotaciones escritas al margen, con relación directa al texto impreso, muy interesantes por cuanto nos transmiten las dinámicas de lectura y estudio en este tipo de centros religiosos (reflexiones, comentarios, opiniones, resúmenes, críticas y hasta enmiendas a lo publicado); notas y frases sueltas, a veces una expresión vital, confesional o de ocio (rimas, chistes, groserías), lo que V. Turner dio en llamar “flujo liminal”, casi escritura automática en ocasiones; dibujos, con relación o no al texto, pocos de calidad y peores los más, hasta llegar al garabato; marcas de atención, tales como “ojo” o “léase”; censuras, cuando en el texto impreso aparecen fragmentos barreados a conciencia; anotaciones numéricas y manuscritos parciales, que se refieren a páginas enteras de rectificación o de complemento del texto impreso, que fueron encuadernados con él en las mismas cubiertas; y, finalmente, los timbrajes, la única intervención no manual, efectuada mediante el estampado de timbres entintados.
Las marginalia son subjetivas, sirvieron a alguien en algún momento, no se emitieron para encontrar lector ajeno al que las escribe y, seguramente por eso, no hubo cuidado en su caligrafía. Las intervenciones pueden resultar hirientes para el que no considera el libro un objeto de uso per se, pero esa materialidad nos transmite datos históricos o personales difíciles de detectar en otros objetos de uso cotidiano que han llegado hasta nosotros con más dificultad, o que no se han visto alterados por la acción de quien escribe; lo anecdótico, el rastro del uso que aflora tras la investigación, pasa a ser motivo de estudio y análisis.
Seguramente de forma transgresora respecto al orden tipográfico, las intervenciones son atemporales y acumulativas, según pasen los libros por las manos de lectores a los que apetezca escribir y que deseen vehiculizar su identidad, aunque muchas veces están inmersas en la cotidianeidad, con un gran número de referencias cristianas detectadas, muchas veces escritas en latín. Como dicen las autoras, es el doble significado que para R. Chartier tenía la cultura: el primero designa las obras y los actos que se prestan a la apreciación estética o intelectual en cualquier sociedad; el segundo, a las prácticas ordinarias y triviales que expresan el modo en que una comunidad concibe y experimenta su relación con el mundo, con los otros y consigo misma.
Apuntar, para finalizar, que dos breves trabajos completan el libro: una reconstitución de escena a través de las marginalia en un archivo, de Sebastián Valenzuela-Valdivia, y algunas observaciones recogidas en la Edad Media respecto al oficio de escribir, de Daniel González.
Referencia:
Pallarés Jiménez, M.Á.(2020). Reseña de Vea lo que hay en este libro. CLIO. History and History teaching, 46, 332-335. https://doi.org/10.26754/ojs_clio/clio.2020465281. págs. 332-335 (Ver publicación original)