Sybil Brintrup: ROMANCES CON VIDEO

“Estos elementos me hicieron conocer el mundo allá.
Aquí esos elementos me hacen conocer mi habla”.
Sibil Brintrup

 

Un plato, un cuchillo, una peña de piures. La cámara enfoca a una mujer vestida de blanco que toma el cuchillo y comienza la faena. Con decisión corta uno a uno los extremos del peñasco y extrae, obscenamente con su dedo, el interior carnoso. Pone el piure en un plato y repite varias veces la operación, mientras el ojo paladea en distintos planos las texturas orgánicas y la viscosidad del molusco. Comienza la Tercera Sinfonía de Gustav Mahler. La faena ha cesado y la cámara recorre lentamente los despojos: varias peñas descabezadas sobre un charco negruzco y el dramático plato de piures. Enseguida, la mesa dispuesta y dos mujeres saboreando la comida, hasta que al fin la imagen se pierde en una pantalla que registra esa misma escena.

La mujer que faena los piures es Sybil Brintrup y la descripción corresponde al video La Comida, que ella junto a Magali Meneses realizó en 1982, como una primera incursión en el género, obteniendo sorpresivamente el Premio Video Arte de la Plaza de Mulato Gil de Castro. Catorce años después, en febrero, 1996, Sybil Brintrup ingresa a la Sala Blanco del Museo de Bellas Artes, se sienta de frente al público y prende una maletita de luz, mientras once pantallas dispuestas en una línea semidiagonal reproducen su video Los Romances, Ella y las ovejas. También realizado con Magali Meneses, y técnicamente mejor resuelto, este nuevo video dialoga ahora con su entorno institucional y se articula solidariamente con la performance de la autora.

¿Es posible dar sentido a estos gestos de Sybil, sujeto y objeto de su obra, desde la única perspectiva del video? Sin duda, no. Cualquier entrada disciplinaria ofrece muchos riesgos, sobre todo cuando la autora no ha hecho sino desarticular la especificidad material y técnica de sus “realizaciones”. En la pintura y en la gráfica, en los envíos postales y en los libros, como ahora en las performances, Sybil ha instalado claves que obligan a leer sus videos en el contexto de una obra multimodal.

Como una sola obsesión que recorre todas estas manifestaciones y como un acto imprescindible (a objeto de darse a sí misma “un cuerpo plástico y una voz poética”), la idea de registro prescribe sus formulaciones. Registro aparentemente desintencionado que ostenta su propia simpleza al fijarse en temas menores, como la preparación de una comida. Pero registro suspicaz a la vez, como el de alguien que registra buscando en el interior de algo, en este caso de su propia biografía, visualizada de antemano como un terreno donde es posible enraizar la obra.

Sybil nace en el sur de Chile y hasta allí llegan muchas de sus búsquedas. Estudia Artes en la Universidad Católica y el año 83 parte a Bélgica con su familia. Allí comienza el trabajo de Los Romances. Concebido como serie, el proyecto Los Romances tiene como tema la relación amorosa que une a un sujeto femenino con cinco objetos: ovejas, vacas, lechugas, fardos de pasto y tractores. Su inició en pequeñas acciones que involucran a estos objetos quedó consignado en envíos postales a artistas y amigos chilenos. De regreso al país realizó otros envíos comunicando nuevos “adelantos”: Ella vio en Santiago otro camión lleno de fardos de pasto, decía por ejemplo, una de las postales. Fue así como entre los años 84 y 90, Los Romances fueron solo un asunto de correos. Sin embargo, la necesidad de trabajar separadamente con cada uno de los motivos comenzaban a tomar cuerpo.

A principios de los 90 realiza varios estudios pictóricos y gráficos de vacas, buscando depurar, en cuanto fuera posible, el ícono. En este proceso de depuración asoma también la voz poética y se expresa a través de una fuerte vocación por el sentido gráfico de la palabra. Su primer ensayo de poeta que cruza frontera editorial confirma ese propósito. El librillo Vaca Mía (Ediciones Bobenrieth&Brintrup, 1992) es, antes que nada, una obra plástica en que la autora combina gráficamente el dibujo de su propio nombre con los elementos icónicos de la vaca, ensayando muy condensádamente una metáfora (“rumiante hembra lechera, ascética, retórica).

Consciente de la hibridez de su lenguaje, Vaca Mía no fue presentado con una ceremonia literaria, sino con una instalación en el Museo de Arte Contemporáneo. Un rectángulo de pasto, una mesa de luz y una proyección fotográfica que mostraba de modo intermitente una piedra con fondo de pasto grabada con los puntos cardinales del lugar de origen de la obra,  y esa misma piedra sobre fondo blanco, articulaban esa instalación, complementada con fragmentos de una obra de Tomas Lefever, que evocaban el clamor y el forcejeo de las vacas entrando al establo.

Los Romances, Ella y las ovejas, segundo momento del proyecto, responde a la metodología ensayada en Vaca Mía, en cuanto a la gravedad objetual de la palabra, pero da cuenta también de una mayor comodidad en los terrenos del verso. El libro (Cuarto Propio, 1995) recoge una investigación sobre la fonética del alfabeto y tiene una estructura que sigue integrando los elementos visuales. Sin embargo, la voz poetica se ha inflamado y el objeto-signo articulador (la oveja) aparece presidiendo un verdadero ceremonial de homenaje , entre pagano y místico, que nos revela a una autora ya no lacónica sino entregada al ritmo de un lenguaje ritual (“a mis queridas poseídas /ovejas luminosas/ Amantes constantes/ carne de mi carne/ Por los siglos de los siglos/ me inclinare lentamente”).

Creo que solo haciendo este recorrido por la genealogía de la obra de Sybil Brintrup es posible aproximarse con el debido cuidado al video Los Romances, Ella y las ovejas, que se presentó simultáneamente con el libro, en el Museo de Bellas Artes. ¿Qué vemos en él?

El rostro de una mujer en primer plano que luego de emulsionar su boca con labial rojo, comienza a deletrear abecedarios en distintos ritmos y tonos, mientras la boca funde con otras imágenes evocativas de campos de pasto mecidos por el viento, ovejas rebosantes y charcos de agua quieta, por los que atraviesan fragmentos escritos del poema. Todo esto encajado en el Adagietto de la Quinta Sinfonía de Mahler.

La mujer que vocaliza el abecedario, lo pronuncia lo funda y lo canta con labios, lengua y paladar es Sybil Brintrup. La misma que entra a la sala donde once pantallas reproducen en video y dos sillas esperan, una al equipaje luminoso y otra a la cantante, que se dibuja públicamente por primera vez, iniciando el viaje hacia la conquista del cuerpo y el pulso de un hablante femenino.

¿Es que la obra está proyectada para corregir la memoria, al tiempo de construir este hablante y artista? ¿Es la performance y el video, o en otras palabras, el cuerpo, la voz y la imagen, la salida posible para ese proyecto? El destino de Los Romances queda interrogado de esta forma.

 

 

*Este texto fue publicado en Revista Video Autor. Nº 2, Santiago de Chile, 1996.

Doctora en Filosofía con mención en Estética y Teoría del Arte, Universidad de Chile.

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