Hebras y flujos minoritarios en la sexopolítica disidentes en Chile. Una presentación “avecindada” de Estatutos de la disidencia

Les compartimos el texto de Débora Fernández  elaborado para el lanzamiento de nuestra publicación Estatutos de la disidencia de Felipe Rivas San Martín  llevado a cabo el 7 de enero de 2020 en el Museo de la Solidaridad Salvador Allende.1

 

Estatutos de la disidencia es un libro pensado y producido desde el activismo de las políticas sexodisidentes. En él la antinomia entre la prescripción reglamentaria de los principios y los posicionamientos críticos de las prácticas de la disidencia sexual inundan cada partícula de sus páginas y composiciones. En ese sentido, contrario al uso normativo del término, en él los “estatutos” no refieren tanto al conjunto de normas legales que regulan las disposiciones orgánicas de una asociación particular, como al descalce que hace de lo estatutario un soporte del heterocronismo de las estrategias refractarias al sistema de las nomas y normativas sexogenéricas en Chile.

En términos composicionales, el libro está constituido por cinco texto, además de las imágenes de las obras seleccionadas en ocasión de la retrospectiva que tuvo lugar en la Factoría Santa Rosa durante los dos últimos meses del año recién pasado y que recorren 13 años de la producción de obras de Felipe Rivas San Martín. Tres de esos textos ensayan, cada uno por su lado, una lectura a partir del homónimo concepto matriz Estatutos de la disidencia.

Ellos son El estatuto artístico y político de Antonio Urrutia Luxoro, quien además fue le encargade de curatoriar la retrospectiva; El estatuto mnemotécnico de la memoria homosexual, del académico, activista y escritor marica Juan Pablo Sutherland; y El estatuto de la interfaz, del activista mapuche trans no binarie aliwen. Los otros dos textos son breves y están pensados como “escritorios” de la disidencia: se trata de 10 las tesis sobre la Disidencia sexual en Chile y Tecnobarroco, concepto, este último, cargado de una suspensión gnoseológica que dice relación con el vínculo antinatura de las prácticas queers con el artificio, la ficción, los soportes técnicas pero también, con lo conminado a la impureza y a la suciedad, así como con cierta comprensión de la producción estético-cultural de nuestro continente, cuya transgresión rebasa y erosiona los fundamentos del orden simbólico de la razón occidental.

Sin lugar a dudas, en su conjunto, el contenido es en sí un espesor lúcido, conciso, reflexivo y declarativo que permite comprender cuáles han sido las fuerzas y los principios inmanentes a la voluntad de discursos, al dinamismo contrahegemónico y a los incardinamiento teórico-crítico de la disidencia sexual en nuestro país. En relación a esto y a propósito la impostura de las “10 tesis”, al consideramos la acepción griega de la palabra tesis, esto es “thesis” y “tithemi”, como “posición” y como “yo pongo” (de la que derivan nociones como “syn-thesis”, esto es la “composición” o la “hipo-thesis”, esto es la “suposición”) percibimos que aquello de lo que habla el tono estatutario de esas tesituras no es sino que del tener-lugar o la toma de posición de sus principios. En ese sentido 10 tesis sobre la Disidencia sexual en Chile posee cierta sincronicidad anacrónica con las 11 tesis sobre la política (2012) de Jacques Rancière, que son propias del ámbito de la filosofía política. Ciertamente el concepto de “desacuerdo” [Mésentente] de Rancière, es ilustrativo para pensar los contornos de la crítica frente a las biopolíticas y el managment gubernamental de las democracia del consenso. La primera de esas tesis dice así: “La Disidencia Sexual surge en el Chile de la postransición, como respuesta a la institucionalización del movimiento gay y la cooptación de los movimientos sociales por parte los gobiernos de la Concertación” (2021, 33).

Lo tematizado allí particularmente significativo, pues define el desde cuándo y el contra quienes, al dar lugar a una economía-política del deseo que se presenta como desobediencia civil y que se destina en contra el Consenso y la Diversidad en tanto órdenes hegemónicos. Dicho de otra manera, en ella se ponen de manifiesto dos cosas, por un lado, el ángulo condicionante de sus temporalidades, a saber, la reproducción de la desigualdad de la máquina transitológica en la transición tardía (inicios y finales de los dos mil), y por otro, el antagonismo que destina su historicidad, esto es, los dispositivos de asimilación de la democracia de los acuerdos que todo lo engulle y lo vuelve rentable, tal como ha sucedido con el deseo homosexual devenido institución o las lógicas de inclusión que se reducen al apaciguamiento de la diferencia sin desmontar las disposiciones relacionales que condicionan la economía política de las formas de exclusión.

 

Diagrama, estatuto y experiencia vecina.

A propósito de lo mnemotécnico y de las retroproyecciones, creo que puede resultar interesante el ejercicio de la anamnesis, con el fin traer a colación y trans*poner el contexto en el que nos conocimos con la vecina Rivas San Martín, puesto que dice relación con uno de los principios de la CUDS que ha sido comentado en más de una ocasión por Nelly Richard, teórica y crítica cultural autora de Abismos temporales. Estéticas travesti y teoría queer  (2019). Siendo yo estudiante de Filosofía de la UMCE y sin haber decidido aún mi transición de género como sujeto trans*, junto a algunos compañeros levantamos un colectivo estudiantil interuniversitario, concebido como Grupo de Trabajo Diagrama.

Portada de “Hebras. Escenas, Performatividades y Escrituras” 2018

Con elles generamos distintas instancias para compartir y debatir investigaciones, prótesis lectoescriturales, miradas críticas y reflexiones que nos permitieran deconstruir el marco teórico de la intelegibilidad androcéntrica y generar saberes comprometidos con el movimiento estudiantil, las transformaciones culturales y las interrogaciones postfeministas. En el coloquio “Imagen y política”2 (13, 14 y 15 de noviembre, 2012)3 ya habíamos invitado a Cristeva Cabello, activista de la CUDS. A la vecina la invitamos a exponer en la sesión llamada “Interfaz, codificación y camuflaje” del laboratorio procesual De izquierda(s): performatividad y conflicto (del 15 de noviembre al 28 de junio).4 Al año siguiente organizamos junto a la CUDS, el movimiento de acción feminista la Alzada, la Revista Al Sur de Todo y la Escuela de Filosofía de la UMCE, el seminario Feminismos e instituciones: performatividades en litigio (1, 2 y 3 de octubre, 2014)5 al que asistieron activistas trans*, artistas sexodisidentes e investigadoras, estudiantes y académicas feministas. Luego de eso el grupo desalojó de su campo de acción práctico y quedé a cargo de la edición y gestión del libro Hebras. Escenas, Performatividades y Escrituras (31 de octubre, 2018).6 Libro digital cuya portada fue diseñada por la vecina Rivas San Martín y que contiene dos textos de la CUDS, uno de los cuales es una versión preliminar de Sobre pinturas e interfaces, que pueden encontrar en Internet, mon amour (2019), publicado, al igual que Estatutos de la disidencia, por Écfrasis ediciones.

Si bien menos sexualizado, Diagrama compartió con la CUDS la transdisciplinariedad (experiencias cruzadas entre artistas visuales y de la performance, investigadores y académicos formados, críticos de cine, especialistas en estudios culturales y estudiantes en formación de arte, género y filosofía) y convicción de que el espacio universitario está tan determinado por el campo de disonancias y contradicciones de las políticas de privatización e inequidad estructural neoliberales como cualquier otra institución. Además de ser un lugar del cual nutrirse, este no deja de ser un lugar a través del cual formarse en razón de la producción y circulación de los saberes que permiten conocer las perspectivas del común emancipado de las formas de vida antinormativas (la universidad es, antes que nada, un lugar que te permite leer), pero también es, ante todo, una plataforma constantemente intervenida por las demandas sociales, la reformulación de la experiencia cívica de los procesos (de)constituyentes y la activación de nudos críticos que desnaturalizan las semióticas de las políticas de género cisheteropatriarcales.

Por otro lado, no deja de ser cierto que siempre me tentó la idea de ser partícipe de ambas colectivas. Sin embargo, me decidí focalizarme en el asentado en mi casa madre y transicionar, años más tarde, de Manuelle a Débora, sin perder la “vecindancia” y la admiración para con les querides de la CUDS.

El caso es que, como les comentaba, la Nelly Richard ha puesto el acento en una de esas características estatutarias de la CUDS, que supone una coincidencia conceptual con la intuición nominativa de la agrupación de la que fui parte durante mi licenciatura: “tratándose de una constelación deseante que ocupa el zigzag para deslizarse por las orillas de la sexualidad, la política, la universidad y la sociedad cruzando territorios móviles de intervención, no corresponde analizar a la CUDS como programa (una secuencia de acciones prediseñada coherentemente) sino como diagrama: un agenciamiento provisorio de flujos transitivos y conectivos.” (subrayado mío, 183). En ese sentido, La CUDS parece haber alejado de sí, de manera muy temprana, el esquema procedimental de las lógicas que subyacen a la idea de “programa”. Antes que un órganon, un agenciamiento colectivo de prácticas, enunciados e intervenciones que han dado vida al desacato sexodisidente frente a la rectitud androcéntrica del tiempo hetero-lineal. En esa línea Estatutos de las disidencias, nos permite observar lecturas, dispositivos y obras que desprograman la matriz de comprensión del género y el esencialismo de sus cánones, enceguecidos por el dogma de la reproducción sexual.

 

Elogio, tensión distópica e interfaz.

Del texto de Antonio Urrutia Luxoro, me parece brillante el haz de luz que conecta la diacronía laboriosa de las obras, con la inseminación del activismo y su relación con los procesos político-sociales, allí donde estos reflejan el carácter de ensayo y virtualidad de esos desbordes y desacatos, “marcados por el desarrollo evolutivo, transnacional y corporativo de las tecnologías de la información y circulación digital de las imágenes” (2021, 7). También lo es el valor residual del archivo disidente que desorienta las tecnologías yoicas y la función arcóntica con micropolíticas que abren-paso a una zona liminal, litigiosa, deseosa e insurrecta. Una singularidad que vale destacar de Estatus artísticos y políticos es la huella que demarca la formación interrumpida de la vecina Rivas San Martín. En efecto, las “entre líneas, asteriscos y la letra chica de abogado malacatoso” (13) parecen anticipar y persuadir la límpida redondez de un sentido pleno impreso en el trabajo curatorial.

El marco curatorial de Estatutos de la disidencia está así ceñido por el punctum de una negatividad que le es propia al artista, aquí revestida por la retórica torcida de un elogio: “Felipe Rivas San Martín es un artista/activista incurable, incuratoriable, en la medida de que su propia insurrección artístico-política transgrede sus límites taxonómicos de contención crítica” (13).

Los adjetivos “incurable” e “incuratoriable” guardan una significación desocultada por la similitud fonética con un insulto tan popular en nuestro país como lo es el de “inculiable”. Término que usualmente se dice de un sujeto que justifica la implementación de las lógicas securitarias, respalda la cruzada evangelista de la “ideología de género” y se opone a la reivindicación de derechos de las transidentidades, la disidencia sexual y las identidades de género creativo, o de aquel cuerpo que pone en acción las tácticas disuasión, control y represión focalizadas imponiendo la violación de derechos humanos como norma histórica: piénsese en el enunciado “paco inculiable”. En sí mismo el gesto se condice con transformaciones sociolingüísticas de nuestra lengua que, en este caso, suponen un dejar-de-hacer-uso de palabras peyorativas con sesgos profundamente falocéntricos que responden a la “pedagogía de la violación”, para invertir, a modo de intervención, uno de los signo de las sexualidades disidentes como forma de resistencia. En conclusión, al transponer dos órdenes de significación –el rebasamiento del marco de inteligibilidad de la producción artística y el valor de multitud de un término que opera como complicidad en resistencia– en el texto ha lugar un elogio que pone en juego una superficie de sentido que es propia de la ética de las política de la disidencia sexual.

Solo para apuntar una clave de lectura posible, diría que el texto de Juan Pablo Sutherland hace aparecer el problema del “repronormatividad” encarnada en el ideal del “Niño”, y por ende, de la “futuridad queer”, que es un tema ampliamente desarrollo en los estudios queer; y contrargumentado por los saberes situados de las sexopolíticas disidentes glocales. Un ejemplo de este es Utopía queer (2020), de José Esteban Muñoz, investigador cubano estudioso del activismo, las performance y la sobrevivencia de las personas queers marcadas por la diferencia racial en Norte y Centroamérica. Algo que comparte el ensayo de Sutherland con esta apuesta es la crítica a la homonormatividad y a la políticas gays homocapialistas (subsunción del colectivo LGBTI a las lógicas del consumo y ascensión social jerarquizada al interior de sus estratos) representadas por el “isotipo identitario de la igualdad” (19). Respecto de las interpretaciones del Niño y la futuridad, se hacen más claras sus diferencias. Mientras que para Muñoz la “fantasía queer está relacionada con un anhelo utópico” (2020, 289), para Sutherland se trata más de una “tensión distópica”, como de una comprensión del niño en tanto “punto de fuga”, “abyección en ciernes”, “señuelo de la desviación futura” (2021, 21). Al menos, de esa manera es como lee dos de las obras de la retrospectiva, “Hegemony” (2015) y “La pornografía es infantil” (2012).

No quisiera dejar pasar la ocasión para mencionar la comparecencia de la primera de estas obras, que consta de la impresión de la figura de una tanqueta militar abarcando gran parte de la extensión de la bandera gay, con la crítica de Judith Butler a la instrumentalización de las políticas de inclusión de las vidas gays y lesbianas implementadas por gobiernos europeos. Crítica que puede leerse en su libro Marcos de guerra (2009). El caso analizado por la filósofa feminista queer es el del “examen de integración cívica” (153) por el que hubieron de pasar personas que deseaban ingresar al viejo continente.

Frente a sus ojos, en el examen, les inmigrantes tenían a dos hombres cis besándose. El objeto del examen era catalogar la opinión de les potenciales inmigrantes. De haberse sentido ofendides la calificación era negativa y se justificaba por las creencias culturales de origen; de tener una opinión que hablase de las libertades individuales y de la libertad de expresión, la calificación era positiva y tenían opciones reales de ingresar. De este modo, la “aceptación de la homosexualidad” fue leída por este dispositivo como signo de las “normas culturales que se consideran precondiciones de ciudadanía” (152). Lo que tenemos aquí es un claro ejemplo de cómo es que el asimilacionismo hace de la “libertad” un instrumento de coacción destinado a proteger el ideal de una Europa “blanca, pura y secular” (154). Otro ejemplo de esto último es el pink washing del ejército chileno que recientemente ha incluido entre sus filas a la primera persona transmasculina. Como si no fuera suficiente ya con el conjunto de valores transnormativos que nos esterilizan, nos binarizan y capitalizan de manera segmentaria, ahora sucede que las nuevas masculinidades trans tendrán la opción de reclamar el estatuto de reconocimiento de la identidad autopercibida a través del despotismo deshumanizado de las máquinas de guerra del aparato de Estado de nuestro país.7

Punto aparte, les invito a revisar el texto de aliwen, bajo la luz de las reflexiones de la vecina en uno de los texto ya mencionados, Sobre pinturas e interfaces (en su versión preliminar, Sobre pinturas, interfaces y Códigos QR, 2018). 

Aliwen, quien encarna la voz de la interseccionalidad cruzada por la formación intelectual en el campo del arte, el activismo de la diferencia racial y la revaloración de los géneros creativos en la cultura mapuche propone una lectura de la interfaz que, iniciando con el tema de la inteligencia artificial y la figura del criptógrafo y matemático británico gay Alan Turing, pasa revista por varias de las obras de la retrospectiva.

Una de ellas es Retrato de intimidad (2013), cuya operación desencadena una vindicación del régimen pictórico frente a la digitalización de un contexto hipertextualizado centrado en el goce que retroalimenta, de manera cada vez más eficiente, la estimulación del sistema háptico de la interfaz. Sin embargo, no se trata tanto de un gesto de restitución conservadora, como de un ejercicio que devuelve al usuario la condición de espectador. En palabras de la vecina “pintar la interfaz clausura la posibilidad interactiva del usuario remitiéndolo a la pura contemplación” (2019, 160).

En esa línea podríamos decir que la des-digitalización de la interfaz, materializada en la pintura al óleo, produce una presencia sustraída que, al reponer la relación contemplativa off-line, termina recreando un enigma cuyo núcleo es la identidad del sujeto. En otras palabras, la “clausura de la interfaz” restituye la experiencia de la presencia a sí del presente viviente, y al hacerlo nos aclara que la interacción on-line jamás fue unívoca o hetero-lineal. Con ademán deconstructivo es lícito afirmar que todo comienza con un agenciamiento provisorio de flujos transitivos y conectivos. De ahí que “la interfaz sea inter y también un poco trans” (Subrayado mío. En su versión preliminar, 27). Lo curioso es que en el seno de esta especie de desubjetivación emerge un discurso amoroso, en el que el BIOS de la persona es recreado como syn-thesis de una no-relación de tú a tú: “Pintar tu retrato es obrar desde tu paradoja, aparecer sin ser vista, en la pura circulación de tu propio autobloqueo. Pero también es en cierto modo quebrantar la relación intersubjetiva del yo y el tú artistas, que (con)funde nuestras supuestas autorías, nuestras tecnologías afectivas, nuestra identidad” (2019, 167).

 

La cisnorma como actualidad de la hegemonía glocal: usos y tratamientos de las disidencias.

Para finalizar me gustaría volver a las “10 tesis sobre la Disidencia Sexual en Chile”. Mirado desde el activismo trans* la tesis número dos resulta particularmente reveladora. Ella demarca el ethos refractario, estableciendo sus márgenes confrontacionales en virtud de una categoría analítica que a estas alturas habría que calificar de “restringida”, puesto que no da cuenta de la actualidad de los procesos transidentitarios de construcción y deconstrucción de los géneros menores. La tesis dice así: “La Disidencia Sexual ha conceptualizado el régimen de poder sexual contemporáneo en la noción de ‘heteronormatividad’. Sus esfuerzos políticos se centrarán en denunciar y resistir los mecanismos y efectos del sistema heteronormativo (y ya no sólo asuntos superficiales como son la homofobia o la discriminación)” (2021, 33).

Como decía, pensando en la experiencia de las subjetividades trans* esto es problemático porque cuestiones como el aumento de los crímenes por prejuicio, odio o intolerancia, la discriminación laboral, el bullying escolar, el ciclo de violencias incitado por las lógicas expulsivas, la falta de beneficios sociales o las altas tasas de patologías de salud mental, no haya respuesta. Por otro lado, al desconsiderar la reivindicación de derechos en contra de la desigualdad y la discriminación, la insubordinación de los signos de las tácticas de desidentificación opta por el rupturismo de una articulación de las sexopolíticas desobedientes que deviene, en cierto punto, subsidiaria de la “cis-normatividad”.

En resumen, mi contribución al debate es una que, estando influida por mi experiencia personal en el activismo es, si ustedes quieren, de corte analítico. Ella se puede resumir en la forma de una interrogación ¿Al no hacer alusión a la imagen del mundo cis o a la prescripción normativa de las “expectativas sociales cisgénero”, la tesitura de los estatutos no hacen acaso de la categoría analítica de “heterosexualidad” una constante, a partir de la cual se plantea el recorte de lo decible y lo visible al interior de las prácticas contrahegemónicas?8

Quizás sea este un impensado de la CUDS, que habría que analizar junto a la genealogía de la “metáfora travesti” que, al menos en nuestro país, tiene la envergadura de las lecturas crítico-deconstructivas de la Nelly Richard sobre Carlos Leppe, Juan Domingo Dávila y Las Yeguas del Apocalipsis. Mi intuición me dice que ello podría afectar de manera positiva la legibilidad de los debates en torno a la ciudadanía sexual y al lugar que ésta tiene en el proceso constituyente de la nueva constitución.

Porque es cierto, hay que recordar que el concepto de “lo minoritario” surge a partir de una crítica a los dispositivos de poder y saber implícitos en el encuadre de la lingüística estructural. Ya saben, “arborescencia” versus “rizoma”.

Siguiendo a Deleuze y Guattari, no habría dos tipos de lenguas, sino dos usos o tratamientos de ella (D&G, 2004, 106). Usos y tratamientos que están encadenados a una distinción para la cual lo mayoritario es concebido como “homogéneo” y “constante”; las minorías son concebidas como “subsistemas” y “conjuntos contables”; mientras que lo minoritario es concebido como “devenir potencial”, “conjunto no-numerable” y “filum maquínico” (108). Ahora bien, a pesar de las apariencias, en el centro del problema no habría una racionalidad biunívoca –allí donde lo mayoritario y las minorías pertenecen a un mismo grupo distinto a minoritario– que califica lo “mayor” y lo “menor” según cortes significantes que, en consideración de sus tácticas, distribuirían lo contable según una ley impuesta desde las alturas (plano de organización trascendente), sino la intersección de constantes y variables en un mismo devenir. Constantes que restituyen el “uso mayor” de las políticas sexuales y variantes que instituyen su “uso menor”. Creo que por ahí va lo que conversábamos en el marco de una de las visitas guiadas a la exposición de la retrospectiva, a la que asistí, como comentaba al inicio, en noviembre del año pasado.

Hay usos “mayor” y “menores” de la lengua, como hay usos “mayores” y “menores” de las disidencias sexuales.

Pues, por otro lado, no deja de ser cierto que para algunas subjetividades periféricas ligadas al activismo éstas son miradas como figuras “mainstream”, asentadas a gusto en el campo cultural.  Ahora bien, por mucho que comparta la experiencia de la vulnerabilidad económica de origen, esa no es, ciertamente, mi opinión. No obstante, como investigadora considero los fenómenos sociales “en cuanto tales”, tratando de favorecer la comprensión y el desmontaje crítico de los mismos.

Lo interesante de todo esto es que no habría géneros y sexualidades “estándar” corriendo en paralelo a los géneros y sexualidades “menores”. Las comunidades LGBTI, las estratagemas queer/cuir¸ las identidades de género creativo y las comunidades trans* tienen el valor de “subsistemas” y de “conjuntos numerables”, toda vez que quien comanda el recorte de lo visible y lo decible es la gestión estatal, o la axiomática del capitalismo neoliberal que intentan subsumir, cooptar, higienizar y positivizar sus roles. El tema de fondo es entonces que, en materia de políticas sexuales, la hegemonía no se reduce al conjunto de las disposiciones biopolíticas de la heteronorma; y que la avanzada del reconocimiento de los derechos por la igualdad, la inclusión y la no discriminación, en cada una de las esferas de la vida, no siempre se dice o se ejecuta desde el consenso. Esta es, a veces, una formación enunciativa que instala encrucijadas con potencial de disenso político.

Esperando haberles motivado a leer y curiosear este formidable proyecto, solo me queda decir que Estatutos de la disidencia es un libro que nos permite a avanzar en los compromisos por la transformación social y en la diseminación de la imaginación política de las sexopolíticas disidentes, de una manera genuina, fulgurante, sensible y localizada.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Deleuze, G. y Guattari, F. (2004) Mil mesetas: Capitalismo y esquizofrenia (José Vásquez Pérez y Umbelia Larraceleta Trad.). Editorial Pre-Textos.

Fernández, D. (2021). “Tocada por la luna en el corazón austral de la imagen del mundo cis: Una lectura acerca del reconocimiento de las transidentidades en Chile”. Actas del VII Coloquio Latinoamericano de Biopolítica Ontologías del presente.

Grupo de Trabajo Diagrama (2018). Hebras. Escenas, Performatividades y Escrituras. Creative Commons.

Muñoz, J. E. (2020). Utopía queer. El allí y entonces de la futuridad antinormativa (P. Orellana Trad.). Editorial Caja negra.

Rancière, J. (2012) 11 tesis sobre la política. Nuestra Bandera, Revista de debate político (N° 231), págs. 137-138

Richard, N. (2018). Abismos temporales. Feminismo, estéticas travestis y teoría queer. Ediciones    Metales pesados.

Rivas San Martín, F. (2020). Estatutos de la disidencia. Écfrasis ediciones.

_________________ (2019). Internet, mon amour. Infecciones queer/cuir entre digital y material. Écfrasis ediciones.

Licenciada en Educación y Pedagogía en Filosofía por la UMCE, estudiante del PhD Teoría Crítica y Sociedad Actual de la UNAB, becaria de la ANID e investigadora asociada a un FONDECYT Regular sobre Gilles Deleuze. Coordinadora del Área Género & Subjetividades Trans de ONG CERES . Ha participado en colectivos con perspectiva de derechos LGBTI y en grupos de investigación transdisciplinares, como Diagrama (2012-18) y el Núcleo de Teoría de las Multiplicidades (2016-19). Ha gestionado e implementado Simposios, Coloquios, Foros y Seminarios, nacionales e internacionales, tales como “Feminismos e institución: performatividades en litigio” (2014, junto a la CUDS). Es editora del libro digital Hebras. Escenas, Performatividades y Escrituras (2018) y miembro actual de REDDEM. Ha publicado varios artículos, entrevistas, traducciones y columnas en torno a temáticas del activismo trans*, feminismos, psicoanálisis, teoría crítica, filosofía y educación.

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