MEMORANDUM

Recordar la historia del Ceneca no ha sido un ejercicio fácil.  La memoria del pasado tiene claros y oscuros, victorias y derrotas, miedos y arrojos. La memoria te pone ante verdades compartidas o ante recuerdos solo tuyos. El encuentro con Tomas Peters puso en marcha mi memoria del Ceneca, trajo recuerdos que tratare de compartir con ustedes.

Primero que nada quiero señalar que nunca pensé que los precarios cuadernos del Ceneca iban a tener una segunda oportunidad. Nunca imagine que iba a aparecer una persona que los valorara, recolectara y lograra su digitalización poniéndolos en circulación por caminos impensados.  Me alegra esta segunda oportunidad. El conjunto de los documentos existentes son el fruto de un trabajo serio y sostenido en el campo de la cultura y las comunicaciones. Esperamos que sirvan a nuevas generaciones de lectores capaces de nuevas lecturas.

 

La colección de publicaciones, cuya digitalización hoy nos convoca es producto del trabajo de un grupo de profesionales que encontraron en la institución Ceneca  la  oportunidad de investigar  acerca de los procesos de represión cultural del régimen militar y acerca de los fenómenos de resistencia popular que surgieron como respuesta a la dictadura.

 

Son el resultado de un trabajo realizado dentro de un ambiente difícil; un ambiente de censuras y prohibiciones; de miedos y silenciamientos. Se trataba de estudiar una realidad clandestina. El acceso a las fuentes de datos estaba bloqueado: las bibliotecas públicas y universitarias vigiladas; las entrevistas dificultadas por precauciones y autocensuras de los informantes, y las sospechas frente a cualquier reunión afectaba los trabajos de campo.

Hay que destacar el carácter heterogéneo de los profesionales  que se integraron en los diferentes proyectos impulsados por el Ceneca.

Gente de diversas generaciones, de diversas disciplinas,  con diversos enfoques teóricos y metodológicos y distintas preferencias políticas. Esta diversidad, expresión de una suerte de  libertad académica, muestra la gran flexibilidad de la institución que acoge y busca financiamiento  para una amplia gama de problemáticas.

Creo que el pluralismo señalado enriquece el interés actual  por el archivo.

En su mayoría los trabajos realizados en Ceneca son producto de una confluencia de intereses y objetivos de las/los investigadores, por un lado, con los propósitos de las agencias de cooperación internacional por otros.

En el juego dialectico producido había que ajustar objetivos, tiempo, recursos y muchas veces sacrificar los alcances y profundidades de las conclusiones.

Tratando de recordar los contenidos de las publicaciones de Ceneca me aventuro en distinguir algunas líneas problemáticas:

1- Diagnósticos acerca de las transformaciones del sistema de comunicación bajo la  dictadura. Se trata de determina y distinguir las consecuencias del control militar y los efectos de  la modernización- masificación de la industria. En torno a esta temática se desarrollan trabajos conjuntos a nivel Latinoamericano.

2- Registro de producciones y movimientos críticos y de resistencia en círculos artísticos profesionales.

3-Registro y apoyo a las acciones de resistencia cultural  de grupos poblacionales, estudiantiles o laborales.  Se consignan los modos de formación, funcionamientos y estrategias de sobrevivencia.

Retomo lo dicho en el comienzo, la memoria no es un ejercicio fácil. Hacer memoria es hacer recuerdos. Es elaborar la versión del relato de la propia vida. Es dar sentido al existir. También parte del hacer memoria es olvidar. Lo que se olvida es lo que se descarta. Lo que se olvida es la vida negada.

Tomas Peters vino un día y me hizo una entrevista interesado por conocer la historia del Ceneca. Hacía mucho tiempo que no evocaba el tema y me di cuenta, respondiendo a sus preguntas, que no me era fácil nombrar ni menos ordenar cronológicamente dentro de un relato coherente los sucesos de esos años. También caí en la cuenta que mi memoria del Ceneca estaba y está profundamente vinculada a la memoria de la dictadura.

Si, el golpe militar produjo una profunda ruptura en mi vida como en la de muchos chilenos.

Se inauguraron los tiempos del miedo y de la inseguridad. De un día para otro todo cambio, nos quedamos sin país, sin sueño utópicos de justicia. Los de izquierda fuimos etiquetados como no chilenos; como enemigos eliminables.

Los tiempos del miedo fueron para mi “tiempos suspendidos” sin mas proyecto que la resistencia.  Creía que en la UP había podido realizar “la verdadera vida” y ya no era posible vivirla; mientras tanto, estaba el miedo y la lucha por la sobrevivencia.

También fueron tiempos en que se mantuvo la fé, donde soñábamos con volver a tener una sociedad mejor. Tiempos en que “él va a caer” fue creciendo. Tiempos donde el Ceneca hace sentido porque muestra la resistencia y encarna esa esperanza.

Y llegó por fin la democracia, pero lo que tenía que caer no cayó, permaneció de pie y más aún, acumulo más poder.

La consigna gatopardesca triunfo en toda línea “hay que cambiar para que nada cambie”.

Quiero terminar esta reflexión recordando a Sonia Fuch,  quien dio el impulso inicial del Ceneca y todos los que contribuyeron a sacar adelante este proyecto.

Sociologa, Fundadora de CENECA (1976-1990)

Comentar el texto