“Intramuros” de Nathalie Goffard

(……) lo decía el poeta Paul Valery: “Lo más profundo que hay en el hombre es la piel.” Parafraseándolo, yo diría que lo más profundo que hay en el territorio es el paisaje.

Nathalie Goffard

 

El libro de Nathalie Goffard nos presenta los textos que preparó para las exposiciones de ocho artistas (en dos casos con dos exposiciones) más una colectiva, donde a través de su ordenación, edición y la intervención exenta de varios de ellos crea un nuevo documento que ahora se revierte y le sirve a ella como material de análisis del desarrollo de su mirada ante el paisaje –así como nos sirve a nosotros. Hasta escribir esta frase no había entendido el título paradójico Intramuros de la publicación, a pesar que viene explicado en su ‘Manual de Instrucciones’, pero ahora empiezo a dilucidarlo aunque quizás no en el sentido con que lo eligió la autora. Mas es igual, pues una de las virtudes de esta recopilación intervenida es que nos permite, en nuestra fortuita ubicación en el territorio, incidir en estos paisajes con la libertad de observarlos donde sea que nos hallemos o por donde sea que nos desplacemos: desde nuestro intramuro, y por medio del arte.

Nada más intangible a nuestros ojos que el horizonte, ese acto de fe que se sustenta en el futuro, el cual, bien lo sabemos de tanto intentarlo, no puede permitirnos otra cosa que anhelar acontecimientos cuya ocurrencia sólo comprobaremos cuando nos detengamos a mirar hacia atrás –siempre y cuando no hayamos quedado ciegos al hacerlo. La densidad del paisaje es entregada entonces a nuestro libre albedrío y es allí cuando su interpelación desde el arte propone aristas cuya asertividad podría generar una suerte de mapa virtual, por más que nunca tangible y menos acabado, del territorio. Los artistas, en este caso desde la fotografía, amplifican o modifican nuestra percepción del paisaje al darnos esencialmente los ángulos de sus miradas: agudos, obtusos, perpendiculares, cenitales, sesgados, siempre distintos, junto con su particular graduación de la densidad de estos espacios, todo lo cual aborda Nathalie Goffard al comentar la obra de cada uno de ellos en sus diez capítulos individuales, uno colectivo y uno residual.

A pronto andar en una lectura aplicada, siguiendo el orden de la tabla de contenidos, nos surge una discreta sospecha: que el libro va por otro lado, que sigue un camino más cercano al que proponen los títulos de sus capítulos que a los artistas que aborda bajo esos títulos, paulatinamente desapegados de sus protagonistas. Esto es muy sutil, como digo, pues por cierto que “Paisajes rítmicos” o “Paisajes resilientes” son afines a los dos trabajos curatoriales sobre Sebastián Mejía o –mejor dicho– no son contradictorios con las obras, de ninguna manera. Lo que sucede es que, en el fondo, el asunto de cada texto es otro, y ello se va confirmando a la vez que constituyendo a medida que avanzamos de un autor a otro, desde lo ‘imperceptible y lo mínimo’ del propio Mejía o su ‘entropología’, hasta la observación sobre nuestra capacidad de intervenir territorios en el vuelo de pájaro de Francisca Montes y sus “Paisajes contingentes” –que han dejado de ser paisajes porque ‘suprimen el horizonte’–, o las caminatas con pauta pero sin expectativas de la protagonista de Andrés Durán y sus “Paisajes amnésicos”, caminatas en las que ‘nunca pasa nada’, o los simulacros verosímiles de sus “Paisajes escenificados” en los que reverberan Disney, Las Vegas y Dubai, o en el déjà-vu de los “Paisajes mercantiles” de Marina Piracés, ‘símbolos devenidos en productos’, imágenes que no reconocemos a pesar de realizar nuestros intercambios diarios con ellas en la mano, o en la marginalidad delictual de los “Paisajes secundarios” matinales de Demian Schopf, donde surge el espacio como el ‘lugar de los hechos’ –el lugar del crimen–, o en el centenar de postales de “Paisajes variables” de Andrea Wolf, a través de las cuales tanto ‘la luz (la imagen) como el clima (el comentario)’ aparecen como catalizadores en la experiencia paisajística del turista, o en los artefactos paisajísticos de los “Paisajes mnémicos” de Francisca Eluchans, en que junto a las imágenes incluye volúmenes instalativos y objetos recogidos –piedras– en su trabajo ‘contra lo efímero e intangible del paisaje’, o, en fin, en los “Paisajes hápticos” de José Falconi, en los cuales el horizonte es ‘una zona de empalme’ donde, debido a nuestra inveterada ubicuidad y descuido, somos emboscados por el paisaje… ¿De qué habla entonces este libro?

“Intramuros” es un libro que habla sobre el paisaje –¡eso es!–, y es de los más completos al que podamos haber accedido en los últimos años. Los artistas cuyas exposiciones curó o sobre quienes escribió Nathalie Goffard le devuelven aquí la mano, impensadamente, para que desarrolle su extenso ensayo sobre el paisaje desde la mirada artística, o desde más allá aún, pues el arte es un plano más, junto a la antropología y la filosofía, desde el cual la autora elabora sus hipótesis, sus supuestos y sus afirmaciones. Sin prescindir del detalle particular sobre cada fotógrafo, la lectura profunda y trascendente de este libro se interna en la especulación ontológica del paisaje y la ficción de su representación. Los límites de este trabajo están, justamente, en los límites del horizonte que, como confirmamos a lo largo de la lectura, no existen, pues el horizonte mismo es una entelequia concebida por cada observador en particular. Es esta incertidumbre y sus enormes posibilidades lo que da cuerpo a “Intramuros”, reuniendo en sus perspicaces citas las perspectivas de importantes autores que se han dedicado a desglosar el paisaje, si bien deviniendo en el ritual de deshojar una cebolla o, dicho en palabras de la autora, en reunir visiones y pensamientos en las sucesivas capas de un enorme palimpsesto nunca acabado, en permanente transformación. El libro de Nathalie Goffard es el recorrido de un segmento de este palimpsesto; salvo cada uno de nosotros, nunca sabremos cuál.

There is no photograph, not one,
that shows the mind behind the eyes.

Neil Gaiman, 2019

Artista visual, crítico de arte y curador independiente. Escritor. Diseñador, editor y comunicador.

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