Echar la yegua. Pensar un evento animal en la obra de Cheril Linett
Una potra sin estribos en un momento decisivo
Sara Hebe
La disrupción de orinarse en la cama fue y es un caso grave en cualquier hogar. Las sábanas eran colgadas por un adulto a modo de castigo en las ventanas de la periferia. Cuando alguien se meaba, se sabía. Cuánto niño se vio ahogado en miedo al escuchar ser lanzado al abismo de la orfandad por este acto húmedo. Tanto infante meado, acompañando las telas de la vergüenza en los pasajes, fabricando la imagen perfecta de los difíciles problemas sociales con el cuerpo de aquellos sujetos.
¿Imaginar qué pasa si alguien se hace caca en la cama? Hablar del interior, esfínteres y sus efectos, es hablar de las acciones vitales del mundo.
La muerte de niños por la insalubridad, la extinción de recursos como el agua, la contaminación fecal realizada por empresas productoras de carne y un sinfín de acontecimientos. Las heces se transforman en un asunto político que nadie quiere ver, y encontramos en la propuesta de Cheril Linett, atisbos de acercarnos a nuestros encuentros con las fuerzas de un orificio que no calla.
Cheril Linett es la artista que coordina el movimiento insurrecto La yeguada latinoamericana1. Feroces mujeres que inquietan los espacios públicos, meneando colas equinas, exponiendo la carne y su historia en la cámara de diputados, frente a iglesias, frente a la moneda2, en un frontis policial, todo furia enyegüecida en las calles. Son tropel y hermandad galopando en todos los frentes posibles, uniendo cuerpos latinoamericanos, indígenas, negros, inmigrantes, pobres, todo lo residual para el sistema capitalista.
Cheril; animal mordida y contagiada de esa rabia que sólo los que viven la atrocidad de un cuerpo abusado, se mea y caga, como las especies que intenta identificar en la esclavitud policial como perros, perras, caballos y yeguas. Nos indica nuestra relación con la caca, decorada en un espacio pulcro, pero sin hacernos cargo de su pestilencia ni su belleza, cruza el umbral ficcional de lo humano y lo animal, las ficciones del género y raza, transmuta en una nueva mitología al crear estas híbridas mujeres caballo, que usurpan la urbe silenciada por las garras del horror.
En Chile existe la expresión “se me echó la yegua” para referirse a un repentino cansancio que se apodera del cuerpo. No existe ánimo de hacer actividad alguna, simplemente se ejecuta el ocio y el relajo. Echarse es la actividad por la cual nos llaman flojos y nos destierra al campo de lo no humano. Eso hace la potra de la capital encamada en el rosado kitsch de su lecho. La yegua pasta y defeca, origina depósito fértil en conexión con las materias de la naturaleza, un reencuentro con la animalidad. La yegua acicalada -como llamo a esta fotografía3– nos entrega ciertos relinchos. Desde España con la colonización en su inicio llegaron según dicen 20 caballos y cinco yeguas, utilizando al cuadrúpedo como maquinaria de guerra, dominación y barbarie. En la imagen se genera un espacio-acto, el grito o alboroto de algo imperante de comunicar, al proponer este simulacro de erotismo, la obra nos enfrenta a los diálogos con la fecalidad. El cuerpo de Cheril ya no es Cheril sino, el canal de expresión, vehículo que complejiza el discurso inmerso en la belleza de los tonos, un filtro glam- porno soft, el pelo acicalado como una yegua lista para la escena, que al final se resiste a ser exhibida por otros, donde ella se echa y propone la huelga, ahí toda engalanada reflexiona sobre la miseria humana. En los artificios de la artista no se puede escapar a las crines trenzadas de la revuelta, adornados del rubio estelar de las actrices de Hollywood internalizado en nuestro cotidiano. No observa al espectador, ni a sí misma al espejo, elucubra ideas mientras sitúa en la suave fibra sintética china, la suciedad de quien mira.
Expone desecho y hermosura de un acto animal. Gozar del reposo en una obra visual pareciera ser turbulento. Las mujeres nunca suspenden sus labores. Se puede ser mujer, esposa, amante, artista, nana, obrera, prostituta y aún no se le permite tregua, se las agota hasta ser exhaustas de sí mismas, de perderse en el foso de la explotación y el odio. Se condena entonces a las mujeres que descansan con la obscenidad. Sin embargo, ciertas obras como las de Cheril Linnett o Camila Carrasco en su instalación de 2018 Adj; Sujetas4, coinciden en la presencia corporal de mujeres yaciendo plácidas, gesto político a través del cese de las acciones a la cuales son sometidas desde que nacen hasta su deceso. Cheril se acerca a lo ritual, a lo popular, desencadena los gustos por lo burdo, mostrando el zurullo como bien de consumo. Logra plantearnos esas incomodidades que son para los desquiciados, como aquél artista que vendió sus heces enlatadas5. Encerrando un misterio perverso que, al ser abiertas aquellas latas, su valor podría huir cual asunto por el inodoro. La yegua acicalada, siempre a la inversa nos muestra la materia, porque no está generando lógicas de mercado, está produciendo conceptos, ideas de la repugnancia vivida. Dialoga con la crueldad de cierta teatralidad en sus expresiones. Se propone política y pecaminosa en busca de trascender la imagen, la vida llegando al cuerpo, el desenfreno y diversión, pasiones olvidadas en períodos de dolor y pérdida frente a las pantallas a las que estamos expuestos.
Según datos ofrecidos por diversas instituciones, millones de latinoamericanos carecen de un espacio de inodoro, mientras que si existe el acceso inmediato para un teléfono móvil. La selfie en el baño es la reproducción exacta de nuestro siglo atiborrado de imágenes vacías y seriadas. Esta falta de sanidad y dignidad, afecta en su gran medida a mujeres del mundo. Una de cada tres mujeres está expuesta a la enfermedad, acoso e incluso el abuso sexual por no tener un espacio para generar sus descargas. Además de no contar con una forma adecuada de atravesar por sus ciclos menstruales, haciendo que cientos de niñas no asistan a la escuela por estas problemáticas.
El sólo hecho de exponer la miseria, reflejar en una fotografía con una poética fecal, nos habla del discurso de las heces. Artefacto huidizo el cual está en todos los idiomas y al ser vista, no se tolera, la caca vive en la palabra, pero huimos de su imagen. El mundo avanza y se encuentra con los desechos humanos como un bien a ser reutilizado desde fertilizantes, hasta nuevos productos, encontramos tratamientos e investigaciones médicas realizadas con los efluvios humanos, incluso casas hechas a base de excremento, entonces ¿Por qué no convivir con nuestra mierda? ¿Por qué obviarla? En un mundo donde el humano ya no pretende relacionarse con sus remanentes, hay que descubrir la forma de re encontrarse con estas micro revoluciones del cuerpo. Cheril no es sólo exposición para re articular las fuerzas que han desmembrado un continente completo. Reinicia procesos al vincularnos nuevamente como animales a los flujos propios del organismo, poder ir sanando desde un simulacro y el sentir físico, dejar atrás el miedo a enfatizar lo más profundo al interior de nuestros órganos, el colon, recto, estómago, trompas, ovarios, riñones y sus sangres, menstruaciones y emociones que habitan estas zonas. Sistema compuesto para que sus funciones sean armónicas, sin embargo, existe algo afuera que no permite enlazarlos.
El mojón como hallazgo de relato, incluso desde un fósil encontrado en los sures de américa, nos habla de la historia humana, al igual que la pintura y los formatos donde retratar la corporalidad. En este autorretrato me saltan preguntas ¿Cuantas fuimos yeguas antes de la promesa del nuevo mundo? Al pensar el caballo y su bosta existe en ese registro, especies de équidos que existieron en periodos prehistóricos, los cuales se extinguieron antes de la llegada del nuevo potrillo a América, aún queda esa memoria en nosotros, la animalidad impregnada de un Abya Yala indómita. Al encontrarse nuevamente el antiguo habitante del continente, frente a las bestias se produce un enamoramiento en medio del caos de la invasión, el habitante del territorio usurpado se conecta con el animal, un alma antigua es devuelta, la conexión se realiza de nuevo, la alianza produce rito y fuerza a los pueblos invadidos, ya que se agencian a este con fiereza y respeto, haciendo de nuestros actos proyecciones animalescas en las cuales todas las funciones vitales del cuerpo, están conectadas como en este caso el estiércol a la tierra o la fibra. El problema de la caca no es la materialidad, es la humanidad quién no asume la sobreproducción de pestilencia hacia ellos mismos y los demás seres del orbe. Nos permite como espectador, aterrarnos con otros flujos que la misma religión a prohibido desde el tocar y disfrutar de la piel en su plenitud. La llegada del caballo a Abya Yala trajo consigo sables, fuego, sangre y prohibición a través de actos occidentales punitivos, Cheril al ser la yegua echada enlaza su animalidad a los encantos del cuerpo y los cuestionamientos que traen consigo en el “higiénico”, pero no responsable mundo actual. Entonces la yegua se echa porque quiere, la yegua se echa porque está cansada, la yegua se echa porque está pastando sus deseos y más de alguno, frente a semejante bestia y sus decisiones, se mea del miedo.
Notas al pie
- El nombre del proyecto deriva de la performance Yeguada Latinoamericana, presentada en la marcha “El orgullo de ser tu mism@”, llevada a cabo en julio del 2017 en Santiago de Chile. Luego, Cheril Linett repitió la dinámica de accionar a través de la figura de la yegua en otras obras de su autoría. En el contexto de la visita del Papa a Chile, a comienzos del 2018, la artista crea la performance Banda de Guerra, la cual da inicio a YEGUADA LATINOAMERICANA como proyecto de performance, titulándose así de forma definitiva y realizando -hasta el momento- las siguientes acciones: Hermanadas en la Revuelta(2018), Despatriarcalizar la Justicia (2018), Sacrilegio(2018), Arde (2018), Gloriosas(2018), Yini Sandoval (2018),Abortistas(2019) y Yeguada Santa (2019).
- N. del E. El autor (a propósito) se refiere en minúsculas al palacio presidencial en un gesto poético que implica invertir los valores jerarquicos desde el lenguaje. Lo mayúsculo se vuelve minúsculo.
- Imagen de portada asociada a la presente publicación: Cheril Linett, La yegua acicalada (foto-performance), 2019. Fotografía de Gonzalo Tejeda, Maquillaje de Fernanda Valenzuela.
- Inaugurada el 5 de septiembre de 2018 en el Museo Histórico Puerto Montt, la obra propone una reflexión sobre las labores de género contrapuestas a la participación política, a propósito del feminismo sufragista chileno. Ver: http://www.ellanquihue.cl/impresa/2018/09/05/full/cuerpo-principal/22/ (consultada el 23 de agosto de 2019.
- Merda d’artista, de Piero Manzoni, expuesta en 1961.