Imágenes pese, y por sobre, todo: apuntes sobre “Escritura”, curaduría de Cristian Maturana en el CENTEX

≪Ahora bien, debemos hacer con la imagen, de forma absolutamente teórica, lo que hacemos ya, sin duda, con más facilidad (Foucault nos ha echado una mano en eso) con el lenguaje. Porque en cada producción testimonial, en cada acto de memoria los dos -el lenguaje y la imagen- son absolutamente solidarios y no dejan de intercambiar sus carencias recíprocas: una imagen acude allí donde parece fallar la palabra; a menudo una palabra acude allí donde parece fallar la imaginación.≫

George Didi-Huberman

 

Más de alguna vez hemos oído que vivimos en una régimen de las imágenes, la primacía del ojo como sentido rector solo se reafirma con el devenir del tiempo. Las imágenes, en la masividad de las redes sociales, cumplen un rol fundamental, se constituyen en pruebas básicas tanto para denunciar, como para validar una experiencia. ¿Cuántas fotografías ve una persona a diario?, por mi parte diría 60 pensando en un número razonable, pero arbitrario. Hace un tiempo, en una charla con una fotógrafa de larga trayectoria, una chica del público, que se presentó como estudiante de fotografía, preguntó: ahora que está todo bien, quiero decir, ahora que no hay dictadura: ¿qué puedo fotografiar?, me atrevería a decir que la pregunta se originaba en una suerte de agobio ante el alto flujo de imágenes y el deseo de autoría, el que suele estar vinculado con la idea ficticia de originalidad. Considerando este escenario me parece que el ejercicio que propone “Escritura” es radical, porque le niega la fotografía a quienes la estudian y les propone pensar, conceptualizar y activar otros sentidos para aprehender una imagen.

 

La curaduría de Cristian Maturana, artista y docente, para “Galería Escuela” del Centex, consiste en activar un “diálogo” entre dos estudiantes del Instituto Arcos, Javiera Ojeda, proveniente de Viña del Mar y Luciano Contreras, egresado de la sede santiaguina. Ellxs no se conocen y tampoco viven en la misma ciudad, así que el trabajo tiene un carácter epistolar, puesto que deben enviarse pequeños textos que conceptualizan una fotografía tomada previamente. El proceso es el siguiente: Javiera hizo una fotografía, escribió a partir de ella y el texto es lo que envió a Luciano, quien recepcionó el escrito y realizó una foto propia, la que luego se transformó en un nuevo texto que mandó a Javiera,  para que ella siguiera produciendo. Todo esto dio como resultado una muestra mínima, en la que vemos expuestas veinte fotografías de 10×15 enmarcadas que, en un gesto poco usual, nos niegan su imagen y nos muestran su reverso, “la parte de atrás” que siempre está oculta y cuya superficie no tiene importancia. Es sobre ésta que se encuentran las escrituras que aquellas imágenes evocan en sus autores. Tal procedimiento nos recuerda a las pinturas barrocas de Gysbrechts que buscaban engañar al ojo transformando la superficie en el reverso, es decir, poniendo en tela de juicio la infalibilidad supuesta de la mirada; a su vez, el pintor flamenco reivindicaba, tal como Maturana, el reverso como lugar negado en la modernidad oculocéntrica.

 

Marcos blancos sobre fondo blanco solo interrumpido por el logo de Kodak y por las palabras que ahora comparecen en el lugar de la imagen. El ejercicio es sobre todo poético y en el transitar por la sala podemos ir viendo respuesta tras respuesta, tal como podemos ir trazando nuestro propio recorrido. En este punto, me parece importante traer una parte del texto curatorial, que hace evidente una cuestión obvia, pero no siempre presente: “Todas las personas no son iguales ante la imagen, pues un individuo podrá ver en ella algo completamente distinto a otro, ya que llenará el vacío con lo que le es propio. Vista de esta forma, tal como decía Dubois, la imagen variará desde un anclaje a la realidad hacia un anclaje al mensaje mismo; reemplazará la verdad empírica por una verdad interior, que es justamente aquello que permanece ajeno a la vista.”  La propuesta invita a desconfiar de las imágenes y de la representación, pero no desde una negación radical o desde el cinismo, sino desde un ímpetu reflexivo por aquello que no podemos ver, pero que existe en tanto texto dispuesto a ser decodificado por quien ve. El imaginario de cada uno de los participantes va configurando una trayectoria, mensajes cifrados dispuestos a ser abiertos a partir nuestros imaginarios en tanto que espectadores, “signos mínimos; sentidos múltiples” se lee en uno de los reversos expuestos y parece que esto nos da una de las claves para adentrarnos en la exposición y sus posibilidades diversas. “La escritura (…) permite elaborar plataformas de sentidos específicos”, señala la historiadora del arte Andrea Giunta en relación con las fotografías y los textos que las acompañan. Volviendo a la muestra, estas palabras resuenan, sobre todo si pensamos en la frase recién citada, los múltiples sentidos se disponen acá como posibilidades creativas. La fotografía y su conceptualización, su devenir texto en la muestra constituye un potencial misterioso y seductor, tanto para quienes la produjeron como para quienes la visitan.

 

Para finalizar, me gustaría detenerme en “Galería Escuela”, una sala del CENTEX dedicada a proyectos de estudiantes de las distintas escuelas de arte de Valparaíso y Viña del Mar, es en este contexto que se genera un ejercicio como el propuesto por Maturana, quien impulsa a lxs artistas convocados a pensar su producción desde una perspectiva radicalmente diferente al modo en que se suele pensar la fotografía en tanto que registro, la que además de manera habitual está centrada en los asuntos técnicos, elementos fundamentales, pero que son complementarios a la subjetividad y la imaginación, y por lo tanto, a la artisticidad. Este espacio experimental da cabida a un ejercicio antes que a una obra, a un proceso que permite aunar diferentes momentos y experiencias al momento de trabajar con la fotografía y su polisemia.

 

Mariairis Flores (Marchigüe, 1990) es Licenciada y Magíster © en Teoría e Historia del Arte por la Universidad de Chile, donde se desempeñó como ayudante y docente hasta el 2016. Actualmente es coordinadora de la Galería BECH, productora del proyecto “Ojos que no ven” de Paz Errázuriz y Jorge Díaz, investigadora del proyecto Fondart “Archivo Mezza” a cargo de Sebastián Vidal y colaboradora permanente de la revista Artishock. De 2015 a 2017 formó parte del equipo de D21 Proyectos de Arte. Se ha desempeñado en diversos proyectos de arte contemporáneo desde la curatoría, la escritura y la gestión. Es co-autora del libro “En Marcha. Ensayos sobre arte, violencia y cuerpo” y autora de “Desbordar el territorio” (2016), publicación desarrollada con el artista Sebastián Calfuqueo. Como investigadora fue parte del proyecto “Cómo se hacen las cosas” que tuvo como resultado la web www.carlosleppe.cl, del video y libro “Arte y política 2005-2015 (fragmentos)”.

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