Los Responsos

I

Androdecadencias es una muestra colectiva, curada por Antonio Urrutia Luxoro, y que cierra el 24 de Enero. La locación: la Galería Nemesio Antúnez, ubicada en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE), en plena Avenida José Pedro Alessandri, otrora llamada Macul. Esta curatoría reúne a artistas jóvenes, todos egresados de la Universidad de Chile. Nombrémoslos: Daniel Estrada, Américo Retamal, Julián Farías y George Lee V. La hipótesis curatorial, en este caso, tiene que ver con una determinada crisis de la masculinidad o la virilidad. Es decir, lo masculino podría ser puesto en jaque, como tantas otras figuras autoritarias de nuestra larga modernidad. La filósofa Carla Cordua sostuvo, en un artículo de un libro de ensayos,  que había que tomar distancia frente a una tendencia filosófica en boga en estos últimos cincuenta años: darlo todo por muerto, hacerle espacio a los responsos. Ha muerto la filosofía, el arte, el sujeto, la estética, la historia, el hombre, entre otras cosas que queremos enterrar (pero ya no queda mucho espacio en el mundo para tantos entierros).

II

Pensemos en el lugar de esta muestra: la Galería Nemesio Antúnez. En este espacio –abierto el año 1993– han expuesto artistas de la talla de José Balmes, Guillermo Núñez, Roser Bru, Diamela Eltit, Jorge Tacla, Mario Toral, Claudio Narea, Miguel Tapia, Mono González, Gracia Barrios, entre otros.  Según consta en los archivos de la galería, Nemesio Antúnez fue protagonista de su propia inauguración. Este gesto representa una verdadera lápida mortuoria, escenificada en vivo (Antúnez inauguró la galería con una exposición autoral). Todo esto en una comuna –su corazón- rodeada de instituciones emblemáticas de nuestra educación clásica: El liceo Manuel de Salas, El Instituto Santa María, El Colegio Republica de Siria, El liceo Mercedes Marín del Solar, y más al sur la escuela de arte de la Universidad de Chile, ubicada en la deforestada calle Las Encinas (con encinas enclenques y sin riego permanente). Todo en una comuna, como la de Ñuñoa, que combina arboles señoriales, quiltros por doquier, excrementos de los mismo canes, ciclistas sobregirados, choferes matarifes, y una atmósfera urbana que, según algunos, está siempre en una zona intermedia entre lo sublime y lo grotesco, lo estético y lo práctico, lo rancio y lo arribista (castillitos neogóticos, muchos en demolición, casas modernistas, muchas en decadencia, carrete nocturno de gente que reprueba ramos en instituciones privadas y que comen sopaipillas y completos gigantescos en las calles).

III

Reparemos en el título de la muestra: Androdecadencias. La virilidad masculina no es algo apetecible hoy.  Nietzsche dijo del crítico literario Sainte-Beuve lo siguiente: “Nada viril en él” (si mal no recuerdo la cita pertenece al Crepúsculo de los ídolos). Para Nietzsche lo viril representaba un cuerpo sano, robusto, aunque sometido a los avatares de la decadencia física y moral. Un cuerpo feminizado a costa de exponer sus capas sensibles, emotivas, afectuosas. Lo eterno femenino –en términos dionisiacos- no supone una bestia de instintos depredadores y patriarcales; puede ser dulce, suave, ligero, despreocupado, irónico y violento en términos teatrales (algo que compartimos la mayoría de los géneros sexuales).

 

IV

Concordemos en lo siguiente: una existencia viril no identifica necesariamente géneros específicos. Hay mujeres que piensan como hombres, decía Schopenhauer a la pasada. Pero también hay hombres cuya feminidad es viril, masculina, incluso machota (pienso en Freddy Mercury o los Village People, pero también en los deseos eróticos y sexuales de gente como Michel Foucault o Carlos Leppe). En todo caso, para muchos pensadores el arte no tiene sexo específico (considérese el brillante texto de Roland Barthes sobre un castrado relatado por la pluma de Balzac, o el personaje encarnado por Jack Nicholson, en la película “As Good as It Gets”, donde representa a un sujeto que escribía novelas rosas y que era un misógino y misántropo impenitente, hasta que se enamora de una mesera frugal y se hace amigo de unos vecinos gays).

V

En esta exposición, existen imágenes paradigmáticas de una cierta masculinidad ambigua a nivel polar. Lo masculino es siempre impredecible de manera prescriptiva, categorial, genérica. Citemos dos casos: el desaparecido escritor japonés Yukio Mishima y nuestro adorado futbolista Arturo Vidal. Rostros japonizados en términos masculinos (y por tanto ambiguos a nivel de su belleza física y corporal). Uno con la espada samurái y el otro con tatuajes invasivos y una pelota de futbol dominada desde el pasto hasta el cielo. La industria cultural y del espectáculo, en este caso, suele unir rostros diversos, seres de distintos contextos y mundos, personajes que pueden producir cien novelas y otros que despliegan sus energías físicas en equipos de la élite futbolera mundial. Lo estético sobrepasa los límites entre el arte y el espectáculo; también la idiosincrasia sexual de los seres que pululan como imágenes vivientes y mortuorias a la vez. Mishima murió gracias a un sepukku asistido (siempre con un rostro compungido, con un rictus facial de labios tercos); Vidal aparece siempre como un guerrero exótico, con un corte de pelo semejante a un escobillón romano de lija, lleno de tatuajes y energía ilimitada. Lo viril, en este contexto, adquiere muchos rostros; son los rostros que nos acompañan con máscaras falsas, máscaras que hay que sacar repetidamente para vernos como retratos carentes de glamour y personalidad (hay que siempre mirarse al espejo o ver la cédula de identidad vencida por el tiempo).

VI

En las obras de Estrada, Farías y Lee, lo sustantivo consiste en que son obras visuales, y en el caso de Retamal que es de corte auditivo (aquí hay que escuchar y no ver). Esta última obra pareciera ser la única más comprometida con los discursos en boga acerca de la sexualidad y sus diferentes capas intermedias entre dualidades clásicas y jerárquicas. En todo caso, la mayoría de los artistas visuales comparten un mundo y una experiencia privada y un tipo de expresión estética paralela. Ser “esto” o lo “otro” es algo que no garantiza necesariamente la calidad del producto artístico. Nadie anda por la vida con sus credenciales políticas, culturales o sexuales de manera obscena o descarnada. En esta exposición, destacan elaboradas imágenes videográficas, rumas de vidrios pintados, vitrales empotrados sobre una arquitectura sólida, pinturas que van desde la definición icónica hasta ser disueltas definitivamente en manchas monocromas. Como la mayoría de las exposiciones colectivas, lo que se percibe es una multitud de referencias y operaciones visuales que mezclan lo viril con lo delicado, lo robusto con lo fláccido, lo definido con lo zigzagueante. Consiste, todo esto, en creer que uno es un Mishima o un Vidal mirándose al espejo (ya lo sabemos: la imagen del espejo de Lacan ha muerto para la posmodernidad del nuevo siglo, para seguir con los responsos).

 

Licenciado en Teoría e Historia del Arte de la Universidad de Chile (1984-1989), académico de distintas universidades y curador. Destaca en este ámbito su participación en la I Bienal de Arte Joven del Museo Nacional de Bellas Artes (1997) y en el envío chileno a la XXVI Bienal de São Paulo (2004), en Kent Explora Instalaciones (2002) y en la exposición Del otro lado, arte contemporáneo en Chile (2006, Centro Cultural Palacio La Moneda). Su obra ensayística ha sido publicada en importantes catálogos de exposiciones, compilaciones y en textos de investigación sobre arte contemporáneo, entre ellos Chile, cien años de artes visuales: entre modernidad y utopía; Cambio de aceite; Copiar el Edén, arte reciente en Chile; Remeciendo al Papa (textos de artes visuales), y Juegos de guerra.

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