Mal hecho, roto, fragmentado, viejo y desgastado. Una conversación con Ignacio del Río.

El reflexionar sobre la expresión concrete jungle1 se torna fascinante. No solo porque las nociones de estas ideas sugieren un juego de palabras que posiciona a la jungla y el hormigón como antítesis, sino porque en español, o al menos en chileno, no existe otra manera más (sin)poética que Santiago. En efecto, este modismo sugiere un estado de malestar, propio del quiebre con el paradigma moderno, en el cual el habitar asumía una actitud de contemplación, recreación y deleite. En las ciudades tardo modernas, por el contrario, es el trayecto el que incita el movimiento de los cuerpos a través de esta. Los traslados vacíos, que contemplan el desplazamiento de un lugar a otro están llenos de displicencia ante el entorno. Este cambio en la actitud de la experiencia metropolitana podría ser respuesta a un sinfín de problemáticas que se alojan en las grandes urbes. Una de estas es claramente la saturación de las imágenes del paisaje urbano, donde la obsesión por la línea recta y la repetición incitan a que la ciudad no se contemple por quién la “habita”. Pero ¿qué es eso que no vemos? Este es el punto de partida de Vestigios, exposición del artista Ignacio del Río, inaugurada el 5 de marzo en OMA Art Gallery. Debido a las medidas de protección ante la crisis mundial del brote de enfermedad por el coronavirus, la exposición alcanzó a estar abierta solo una semana, razón por la cual el artista comparte las reflexiones detrás de su trabajo.

Ignacio del Río. Sistemas alternativos de construcción. Hormigón vaciado en molde de plumavit, dispuesto sobre plataforma de mdf pintada con esmalte al agua,150 x 200 x 200cm, 2020. Cortesía del artista.

La primera vez que nos juntamos a hablar de esta exposición nos dimos cuenta que ambos compartimos la experiencia de vivir en lugares más retirados del centro de la ciudad, justo a los pies de la cordillera o quizás hasta encima de ella y esto lo hemos obviado, y a pesar de eso Santiago nunca se acaba. ¿Cómo el crecimiento desmesurado de Santiago se hace objeto de investigación en tu obra?

Recuerdo a los 13 años tomar micro, amarilla en esa época, para ir a Bandera a comprar ropa usada. Este recorrido siempre me entusiasmo, a su vez me permitió conocer parte de la ciudad en la que nunca he vivido pero que siempre me causó curiosidad, especialmente por los Grafitis y la arquitectura clásica de Santiago. Vivir en la periferia, a los pies de la cordillera, me obliga a hacer grandes recorridos en el transporte público para llegar a mi destino, específicamente una micro el metro y nuevamente una micro. Estos recorridos se transformaron de a poco en una oportunidad para desarrollar la observación y a medida que fui creciendo, empecé a involucrarme con estos espacios personalmente hasta el punto de recorrer la ciudad sin destino alguno, solo con la esperanza de encontrar tanto objetos como experiencias para recolectar. Los nuevos recorridos independientes de la necesidad abrieron un camino y una relación entre mi persona y el objeto encontrado, de donde nace específicamente mi trabajo escultórico. El objeto encontrado es para mi evidencia del paisaje urbano y a su vez fragmento del mismo. Por otra parte, vivir en un barrio precordillerano te sitúa en un contexto residencial pero inacabado, donde quedan espacios perdidos que delimitan lo que es ciudad de lo que es cerro. Digo inacabado pensando en Peñalolén, en San Carlos de Apoquindo, donde ahora hay proyectos inmobiliarios que amenazan cada vez más los límites naturales, pero que antes en estos lugares habían espacios ambiguos. Mi curiosidad siempre me llevo a esos lugares perdidos, sin dueños, posibles objetivos de apropiación, casas abandonadas donde hacer rampas para patinar o lugares donde pintar grafiti.

 En tu trabajo artístico existen dos momentos. El primero, más performativo, contempla el desplazamiento por la ciudad de un lugar a otro. Evito usar la palabra viaje porque esta idea contempla una definición más romántica, en donde hay una intención de búsqueda. En tu caso, este desplazamiento es de carácter rutinario, como por ejemplo ir de tu casa al taller, del taller a la casa de un amigo, sin más objetivo que esto. ¿Cómo los conceptos encuentro o azar cobran sentido en este trayecto?

Me hace sentido la palabra encuentro, pero me parece más precisa la palabra “hallazgo” porque no solo es un encuentro con algo, sino que hay un descubrimiento. Hay objetos que representa un cambio en la materia, por ejemplo, un volumen que es aplanado, es una contradicción en sí mismo porque sabemos que fue un volumen, pero ya no lo podemos ver como tal. Entonces el azar está presente en mi trabajo, en el proceso de recolección y en el de producción. No sé cuándo ni con qué me voy a encontrar en la calle y lo mismo me pasa en el taller, para mi eso es lo nutritivo del arte. Se trata de aprovechar la oportunidad, las ideas son chispazos, duran poco. Me gusta no saber lo que estoy haciendo, ir entendiéndolo en el proceso y darle un sentido una vez terminado, lo instintivo es fundamental. Por otro lado, los materiales de construcción son crudos y eso es propio de la ciudad, en mi escultura intento retratar ese contraste entre lo crudo de la ciudad y su entorno natural. Ciudades como Santiago y la Paz son ejemplo de este contraste, ambas sumergidas en un valle.

Me parece interesante que, a pesar de que los objetos no tengan relación directa con la arquitectura, en el lenguaje formal de tu obra remiten a ella. Pienso también en que, cuando encuentras estos objetos, que supongo mayoritariamente están en el suelo, hay una actitud de desencanto con el entorno y una decisión de mirar el suelo. Por otro lado, esa búsqueda por los lugares perdidos de Santiago, quizás habla de una saturación de las imágenes que son parte de este gran texto urbano. Esto manifiesta que, de alguna manera u otra, una conclusión de tu trabajo sería que la ciudad sólo se puede pensar cuando no estás en ella.

Para mi Santiago es interesante, pero a la vez es agotador por la cantidad de gente que la habita, los tacos, los malls o el paseo ahumada. Es de una velocidad y densidad difícil de digerir, eso es lo que está en juego en el montaje de Vestigios. Al ser difícil de procesar, se cansa la vista y la única forma de descansar es mirando el suelo, lo que se fue transformando en una obsesión. La ciudad la pienso como una contradicción y mi trabajo se basa siempre en los opuestos. Al igual que mis recorridos por la ciudad que inician en la cordillera y terminan en la ciudad y viceversa.

Desde que nos conocemos, has expuesto tu trabajo en diferentes ocasiones. Yo sólo he asistido a dos exposiciones, la primera fue Yuxtapuestos2, una colectiva en Taller BLOC, y la segunda, obviamente es Vestigios. En ambas exposiciones, podríamos decir que el cuerpo de obra que se divide en dos. Por un lado, están las piezas a las que tú te refieres como objetos encontrados, “los vestigios”. Por otro lado, están tus piezas escultóricas, que es el proceso final de tu trabajo. ¿Cómo estos dos elementos dialogan entre sí?

Creo que todavía no podría responder como dialogan, pero lo que sí sé es que los objetos son una idea de algo que no logro comprender y que necesito hacerlo. Son los reales vestigios, es decir, las huellas de una acción o de un accidente. La diferencia entre los dos es que los objetos son evidencia de un accidente y las esculturas son consecuencia de entender como funciona ese accidente. Las esculturas son un intento de comprender como funciona el azar. Ese supuesto error se convierte en una oportunidad y en una forma de proceder. El enlace entre estos dos cuerpos de obra está en el proceso, ambos son producto del azar. Me gusta lo mal hecho, me gusta lo roto, lo fragmentado, lo viejo y desgastado. Es estéticamente interesante y atractivo. Me parece que en mis próximos proyectos voy a ir acercándome cada vez más a encontrar una relación no solo estética o conceptual entre ellos, sino, en un diálogo con el espacio.

 

(Chile, 1994) Tesista de Teoría e Historia del arte de la Universidad de Chile. Su interés investigativo abarca el arte contemporáneo, así como prácticas y estudios interdisciplinarios, especialmente enfocados en el arte y la cultura latinoamericana. Desde el 2016 es Coordinadora de artes en Galería Espora, donde paralelamente aporta en los proyectos de Gestión Cultural del espacio.

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