Nunca serás un Cyborg, con suerte un avatar

Que asco esa huella oleosa que dejan los dedos tibios y grasosos sobre el vidrio del teléfono, quiero mi pantalla sin rayones, sin rastro del sucio pulgar que la acaricia compulsivamente.

No se si cada día me estoy volviendo más fría o distante, noto que dedico menos tiempo a decir o escribir lo que siento o pienso a mis cercanos. Cada día tecleo más y hablo menos, y mi colección de memes está llegando a magnitudes impactantes. Probablemente termine arruinando mis relaciones humanas por abusar de los emoticones, y no pararé hasta que ya nadie me de likes en redes sociales: recién ahí comprenderé que, aunque no lo quiera, sigo necesitando afecto y contacto humano.

El signo lingüístico tiene poco de signo, cuando leemos estamos decodificando un mensaje puesto en letras; no es índex, no es ícono, sólo símbolo fonético. Sucede que las imágenes superaron a las palabras en su efectividad para comunicar. Mientras que el advenimiento de las imágenes en el soporte digital apela al cuerpo y a la sensibilidad a priori; las palabras y el texto se quedan en un lugar obsoleto, junto a los cuerpos que no internalizaron la luz blanca del computador.

La era digital se caracteriza en parte por un constante bombardeo de imágenes mediales. Las que más me simpatizan son los memes, emoticones y .GIF. Estas se manifiestan en la superficie de las pantallas, el medio por excelencia de lo mutable. En palabras de George Lee, las imágenes en la pantalla son la superficie de concreto que nunca fragua y siempre se está mezclando. Estas municiones que penetran en nuestra imaginación de manera inmediata dependen de ciertos factores o condiciones: su eficacia representativa, el público y la contención de un gesto.

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Conocí a George Lee en la Universidad de Chile, ambos siendo estudiantes, el de Artes Plásticas y yo de Teoría e Historia del Arte. A mediados del 2017 lo acompañé hasta el taller, me había comentado que estaba haciendo algo sobre vidrio. Estaba trabajando en lo que sería su obra de titulación para la mención en pintura. Cuando subo al “altillo” (nombre que recibe el precario segundo piso del taller de la facultad) me encuentro con algo inesperado y maravilloso… una secuencia de imágenes pintadas sobre cuadrados de vidrio. En cada uno de ellos la pintura daba forma a los frames de uno de mis videos virales favoritos de detenciones ciudadanas, el flaite que dice “Noo”1. Era un .GIF echo pintura, que genial. Lo que siempre me ha gustado de este viral y el personaje, es el gesto y la expresividad: el rostro hinchado y enrojecido, el grito desgarrador, y el escupitajo impotente – sólo se desliza desde la cavidad bucal en lugar de ser eyectado con fuerza- a mi parecer es un índex del abatimiento producido por la detención. Esta fue la primera obra que conocí de lo que hoy es la exposición Corriente. La imagen como cemento que nunca fragua.

El viral alcanzó tanta popularidad, que se convirtió en. GIF. Esta mutación de formato se debe a un principio económico de los archivos virtuales: el .GIF es más ligero que un video, por lo tanto, sus probabilidades de masificación son más altas. Los consumidores de imágenes virtuales somos una masa pragmática y tajante; si gusta se masifica, si no, se pierde en el olvido. Los .GIF, emoticones y memes son signos visuales que prosperan según su eficacia para representar un sentimiento o situación, dando cuenta de su excelencia el vox populi del SXXI; los usuarios de los medios virtuales de comunicación masiva y las redes sociales. Hay que advertir que esta selección natural de los signos visuales ha sido observada antes, hace aproximadamente cien años atrás el historiador del arte alemán, Aby Warburg (1866- 1929) puso de manifiesto este comportamiento de las imágenes. Dedicó toda su vida a estudiarlas y precisar maneras de abordarlas, integrando la antropología y psicología en un método y léxico que de cuenta de la singularidad y atemporalidad de las imágenes, entendiéndolas como una interrelación de aspectos sociales, económicos y culturales.

 

Supervivencia

La vasta oferta de imágenes virtuales (signos visuales) a la que nos exponemos a diario exige una elección por parte del usuario. Se pueden almacenar y coleccionar, como una fuente de imágenes personal; pero al utilizarlas como un mensaje, se deberá optar por la o las más adecuadas para expresar lo que urge.

El concepto Nachleben (del alemán) se puede traducir al español como supervivencia o pervivencia2. Hace referencia a una etapa posterior de la vida, donde esta se mantiene vigente o presente de una manera elevada, etérea, o como plantea Didi Huberman, fantasmagórica. Warburg empleó este concepto para estudiar el arte del Renacimiento, en el cual persistían motivos o formulas representacionales propias de la Antigüedad pagana (primeras manifestaciones cristianas en el Imperio Romano). El concepto de vida warburgiano se contrapone directamente con los modelos de historia teleológica, historicista e inmanente. Atribuye a los signos visuales una supervivencia dialéctica, estos no serían hijos con un eterno cordón umbilical que los conecte a la subjetividad del artífice y a su contexto de producción; se independizan y continúan vigentes a través del tiempo moviéndose entre el olvido, la transformación de sentido y el recuerdo; poniendo en evidencia el carácter cultural, artificial y de construcción del tiempo.

En el universo virtual la vida de las imágenes depende de su popularidad entre los usuarios. No son propiedad de ninguno de ellos, ni tampoco de uso exclusivo en alguna red social. Para ser más clara expondré el irritante revival del emoticón: xd. En el chat de Messenger (Hotmail, alrededor del 2008 y desde antes) este emoticón tenía la forma de xd o XD – la primera versión denota algún nivel de desinterés o irrelevancia como respuesta a lo que el interlocutor dijo, el segundo expresa risa y diversión provocada por el mensaje-. Diez años después ha vuelto a los chats; tiene su versión en el teclado de WhatsApp del año, un smiley similar a la segunda versión. Pero el espíritu apático de la generación millenial trajo de vuelta al eficiente, el único e inigualable “xd”.

Una forma de vida que se regula como especie mutable; un signo visual que predomina y se visibiliza opacando a las otras, y quien decide es la masa de cyber usuarios. En este sentido, los signos visuales expresivos como el .GIF el meme o emoticón se comportan como una composición de retazos temporales; lo que sobrevive es la tragedia por medio de la síntesis: los rasgos esenciales expresivos se adaptan a los distintos teclados e interfaces.

 

Fórmula expresiva

La persona que es usuario en las redes sociales y la web, accede al universo virtual por medio de un avatar: identidad virtual que confecciona para representarse. Lo divertido es que el usuario se muestra por medio de símbolos visuales prestados (estoy hablando de memes, gifs, emoticones y fotos prestadas de internet. Dejemos de lado las fotos que cada uno hace). El Pathosformel (del alemán) es un término que Warburg emplea para denominar los signos visuales o fórmulas expresivas que comunican y expresan estados internos y emociones específicas de manera visual. Estas imágenes basan su expresividad en formas que sintetizan un movimiento – las emociones requieren de un devenir, tienen fases, no son estáticas- estudiadas en gestos faciales y drapeados de telas. Por esto los .GIF son tan maravillosos; expresan a través de la gestualidad, entregando detalles que en una imagen se pueden perder. Son archivos ligeros y cautivantes que muestran procesos de alguna emoción o estado a través de aspectos formales. Permiten observar cómo las pasiones internas azotan la materia causando alteraciones en las cualidades de la forma.

 

Proto Hashtag

Google imágenes y el hashtag tienen un antecedente análogo, el Atlas Mnemosyne. Último e inconcluso proyecto de Warburg, que describió como “una máquina para pensar las imágenes, un artefacto diseñado para hacer saltar las correspondencias, para evocar analogías”. Se trataba de 60 tablas con más de 2000 imágenes que operaban como una cartografía abierta. Al contrario de un catálogo, que propone una sistematización y circuito cerrado organizado en función a criterios fijos, el Atlas presenta una red de relaciones nunca definitivas. Cada plancha era encabezada de manera abierta (mutable) por un Pathosformel, y se conformaba por imágenes de obras y fragmentos recortadas de prensa o tomadas directamente que encarnaban la fórmula expresiva apelada, generando un collage. Era su propia memeteca o colección de .GIF construida de manera análoga. Lo genial de las fuentes abiertas a constante adición de elementos, como Wikipedia o el hashtag es que dan cuenta de la mutabilidad disruptiva de los signos visuales y lingüísticos de la cultura, mandando al carajo la “noble simplicidad y serena grandeza” que proponía Winckelmann respecto a las grandes obras de arte. Lo que hace buena a una obra no es su imitación de los clásicos, ni que se contenga y mesure como las damas en el patriarcado; es su capacidad de ser contemporánea a su época y de evocar pasiones y fuerzas de manera sugerente, lo que genera el éxito.  Obras que comprendan lo mutable y activo de la realidad; obras como el internet, vertiginoso, inevitablemente sincero e infinito en profundidad semántica.

 

Control, ego y tacto

Los reflejos y los vidrios no son nada azarosos, o al menos para mi son muy significantes. En la obra de George Lee, el frágil soporte es esencial para dar a entender la secuencialidad del .GIF, contenedor de pathos. Al respecto de Corriente, la imagen como cemento que nunca fragua, Guillermo Machuca escribe sobre los experimentos visuales realizados con vidrios, muchos de estos se sitúan en el renacimiento. La obra de Warburg, reflexiona sobre el arte y símbolos visuales que persistieron y se manifestaron en dicho periodo. El Pathosformel opera como una superficie espejeante, remite a otras épocas e imágenes. Similar a la pantalla de un dispositivo tecnológico como un notebook o Smart phone, conecta al ojo del usuario con el universo virtual de las imágenes. Específicamente en el último aparato, la conexión que brinda el vidrio entre el usuario y cyber universo es un cruce de lo análogo y lo digital; a través del scrolling (movimiento hacia abajo del dedo contra la pantalla) le damos una cualidad física a una superficie de collage digital, la gravedad pesa sobre el otro lado de la pantalla, haciéndola caer eternamente, hasta que algo detenga el ansioso movimiento. George Lee reencarna imágenes virtuales a través de la huella física y humana, la pintura. La dimensión corporal se apodera de la codificación binaria para volver al gesto.

No me queda nada más que decir que: deberían leer a Aby Warburg, y que recuerden ser auténticos más allá del cyber universo… cuando se agote la batería de tu celular, no verás nada más que tu reflejo de carne, grasa y hueso sobre la pantalla de vidrio y pixeles apagados.

 

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